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Jóvenes sin hijos, pero con perros: una elección de compañía que marca época

En el Día del Perro, se destaca una tendencia en auge: más jóvenes eligen no tener hijos y optan por la compañía de mascotas. Una decisión afectiva y social que se consolida año a año.

Cada vez más jóvenes en Argentina eligen no tener hijos. Pero lejos de vivir solos, muchos deciden compartir su vida con un perro. En el Día del Perro, esta tendencia toma una nueva dimensión: los animales de compañía no solo llenan hogares, sino también expectativas emocionales, rutinas y sentidos de familia.

Según un informe de Argendata, solo el 35 % de los jóvenes argentinos desea tener hijos. Al mismo tiempo, el crecimiento de la tenencia de mascotas —especialmente perros— se disparó en la última década. En ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Mendoza, hay más hogares con perros que con niños pequeños.

De mascota a miembro de la familia

Lo que antes era un animal doméstico con función protectora, hoy es muchas veces un miembro emocionalmente central en la vida del hogar. Se les festejan cumpleaños, se les cocina, se los viste, se los incluye en viajes y rutinas de cuidado.

Especialistas en comportamiento social observan que muchos jóvenes encuentran en los perros un equilibrio entre compañía, afecto y libertad, que a veces sienten que no tendrían si tuvieran hijos.

“Mi perro es mi hijo”, “prefiero criar un golden que un bebé”, “con él tengo amor incondicional y sin gritos”, son frases habituales en redes sociales.

Datos que muestran el fenómeno

  • En Argentina hay más de 9 millones de perros registrados en hogares, según datos del SENASA.
  • El gasto mensual promedio en mascotas urbanas se duplicó en la última década: desde peluquerías caninas hasta atención veterinaria y alimentación premium.
  • Las clínicas veterinarias, paseadores y cuidadores se convirtieron en parte habitual de la economía urbana joven.

Una decisión generacional

La decisión de tener un perro en lugar de un hijo está atravesada por múltiples factores: económicos, emocionales, ambientales y sociales. Cuidar a otro ser, sin necesariamente ser padre o madre, parece ser una síntesis emocional aceptada y valorada por gran parte de la juventud.

Además, se percibe una redistribución del afecto: los perros no reemplazan a los hijos, pero sí cubren el deseo de vínculo, juego, protección y presencia cotidiana. Todo eso, sin el peso institucional, biológico o social que implica la maternidad o paternidad.

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