Disparate
Los intentos vanos de querer corregir textos del pasado -al mejor estilo del Gran Hermano totalitario de la novela 1984- es una moda nefasta que en otras épocas no prosperaba en cuanto variaba el ...
Los intentos vanos de querer corregir textos del pasado -al mejor estilo del Gran Hermano totalitario de la novela 1984- es una moda nefasta que en otras épocas no prosperaba en cuanto variaba el paradigma de lo políticamente correcto.
El golpe militar de 1943, que catapultó a Juan Perón a la presidencia, por ejemplo, se le dio por enmendar los títulos lunfardos de conocidos tangos como “Qué vachaché” y “El ciruja”. Al primero lo rebautizaron “Qué hemos de hacerle”, y al segundo prefirieron llamarlo “El recolector”. A su vez, el golpe militar de 1955, que desalojó a Perón del poder, prohibió directamente mencionarlo, así como también a su difunta esposa, el partido por él creado y hasta la marcha peronista.
Unos y otros dislates se evaporaron con el simple paso del tiempo, pero habrá que ver si la actual cultura de la cancelación, por ser más ambiciosa y mundial, no termina arruinando definitivamente textos clásicos por su constante afán de toquetear y autoerigirse en policía del pensamiento. Ahora se la agarraron con Roald Dahl, el autor Charlie y la fábrica de chocolates. En las ediciones británicas, una pluma moralista corrige lo que incomoda. En francés y en español, por suerte, frenaron ese disparate.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/disparate-nid23022023/